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miércoles, 20 de julio de 2011

Chayanne: Aventuras de un viajero


Por Celeste Rodas de Juárez
Elmer Figueroa Arce, el hombre que brilla bajo el nombre de Chayanne en los escenarios, en la pantalla grande y en la chica, sabe muy bien lo que es el equilibrio: mientras resplandece como artista, jamás deja en penumbras a su familia, su labor social, su cuidado personal ni su gran afición por viajar. Es más, en persona Chayanne brilla con la misma espontaneidad al lado de reyes que de discapacitados, frente a famosos o extraños, eruditos o el pueblo. ¡Hasta con la prensa!, una asignatura que muchos artistas ni con toda su fama y fortuna logran aprobar. Quizás por eso sus colaboradores son los mismos toda una vida y quizás por eso también el público que lo conoció a los diez años, cuando formaba parte del grupo Los Chicos, le sigue siendo fiel.

Ahora el cantante de temas como ToreroTiempo de vals,Candela e Y tú te vas, estrena más canciones. Se trata de diez temas amparados bajo el álbum que lleva por nombre Cautivo, aunque eso sea precisamente lo que menos ha estado en la vida. Chayanne es un viajero empedernido que ha pasado y pisado tantas fronteras que tiene anécdotas suficientes para escribir un libro. En esta entrevista, a la que llegó armado con esa sonrisa y caballerosidad que ya son sus sellos, nos contó algunas de ellas.

Has dicho que te consideras un viajero incansable. ¿Viajero de negocios o por placer?
Las dos cosas. Desde los diez años ando viajando por mi trabajo, pero también descubrí que era una maravilla conocer lugares nuevos. Entonces, cuando tenía vacaciones, comencé a viajar por placer.
Cuando viajas por razones de trabajo, ¿te da tiempo de conocer algo de donde vas?
¡Por supuesto! Siempre trato de conocer aunque sea un poco. Una vez fui a Sydney [Australia] y tuve apenas unas horas para hacerlo, pero lo hice. Me tomó 26 horas llegar allá, fue un viaje pesado. Cuando bajé del avión me dijeron que tenía la mañana libre. Nada más (después comenzaba a trabajar). Me fui a correr por los Jardines Botánicos hasta la Casa de la Ópera, [donde] la vista es sencillamente maravillosa. De esa manera sentí que aproveché al máximo mi viaje: hice ejercicio, conocí un poco de sus alrededores y trabajé.

¿Nunca te has perdido?
Tengo un excelente sentido de orientación, así es que nunca me he perdido. Lo que sí me ha pasado es que me he tardado un poco en hacer los recorridos. Una vez, cuando tenía 12 años, en Acapulco, me puse a caminar por todo el borde de la playa con algunos amigos y, simplemente, se nos fue el tiempo. Cuando nos dimos cuenta, la playa, en su parte turística, había llegado a su final. Nos tomó varias horas regresar al hotel.

En Guatemala también, por esa época, me pasó algo divertido. Nos hospedamos en el interior del país en una casa a la que sólo llegábamos por helicóptero. Estaba rodeada de montañas, así es que, para distraernos, nos dio por manejar motoras. Como éramos niños, nos dio por conducir a toda velocidad y la motora de uno de nosotros se deslizó por una ladera de la montaña bastante lodosa. Nos tomó dos horas poder sacarla.
O sea, que desde muy pequeño te gustaba el motocross.
Sí. Comencé a manejar motos en Puerto Rico, en las montañas de San Lorenzo, el pueblo en el que nací y [donde] aún vive mi familia. Subíamos por ellas, a la orilla de los ríos en donde la arena es barrenosa, y donde es casi imposible subir y, cuando lo logras, entiendes de qué se trata el motocross: de puro esfuerzo, como la vida.

Al menos una anécdota peligrosa habrás vivido.
Cuando estuve en Estambul [Turquía], estaba recibiendo un masaje para relajarme, cuando [hubo] un temblor de tierra. Al principio di por hecho que era la masajista, y hasta pensé que era muy buena porque hasta la mesa hacía temblar. De repente, la veo frente a mí... ¡Imagínate! ¡Yo sólo tenía puesta una toallita encima, no pude salir corriendo! Así es que, con toda la calma que pude y con mi toallita bien ajustada en la cintura, llegué al marco de la puerta a esperar que pasara el temblor.

También en México, en el Distrito Federal, me agarró el terremoto [de 1985]. Estábamos en el aeropuerto, dentro del avión, a punto de despegar, cuando el piloto dio un frenazo. Por la ventana vi los postes de la pista que empezaron a moverse como si fueran tallos muy finos de bambú en una tormenta.
¿Alguna otra aventura inolvidable?
En Río de Janeiro, Brasil, casi me ahogo. Estaba nadando y las corrientes se pusieron bastante fuertes. No podía llegar a la orilla. Me costó bastante salir.

En Los Ángeles, en uno de los descansos de la filmación de Dance with Me, me fui a jugar baloncesto y terminé en el hospital. Me lastimé jugando y me dieron 28 puntos. Tuve que cancelar todas las actividades por diez días.

Aparte están las veces que las chicas se disfrazan de camareras en los hoteles y se han metido a mi cuarto para pedirme un autógrafo, o los accidentes en el escenario. Una vez, hace unos 15 años en un show en Guatemala, salté en uno de mis bailes y, al hacerlo, la madera del escenario cedió. ¡Quedé hundido hasta los codos!
En materia de paisajes, ¿cuáles se te han quedado en la mente?
Me encanta el mar, así que mis escapaditas al mar, siempre son inolvidables. Hay muchos lugares maravillosos en América Latina. Me encantó visitar Cartagena de Indias [Colombia]. Allí di un paseo en carroza inolvidable. Fue en la noche, después de mi presentación y casi no había gente en las calles. Regresamos al hotel en carroza, paramos por unos barcitos muy pintorescos. Me recordó mucho al Viejo San Juan por su bella estructura colonial. También fue muy bonito el hecho de haber compartido esa experiencia con mi representante, con mi equipo de trabajo. Ellos llevan conmigo 16 años. No somos compañeros de trabajo, somos familia y viajar en familia siempre resulta bueno.

Ya que mencionas a tu familia, ¿a qué tipo de destinos te gusta viajar con tu esposa e hijos? 
Para mí no hay nada como ir con ellos a Puerto Rico. El Museo de Arte Contemporáneo tiene una sección muy buena para los chicos; me gusta porque les permite dar los primeros pasos en el mundo del arte de una forma amena y divertida. Además, El Yunque, que es la montaña y bosques que están cerca de Río Piedras, es ideal para disfrutar con la familia. En Puerto Rico también están las Cuevas de Camuy. En fin, con mis hijos me encanta disfrutar la naturaleza.
¿Y con tu esposa?
A ella me gusta sorprenderla con escapaditas románticas. Aunque tenemos hijos y cuidamos muchos de ellos, también tratamos de tener tiempo y espacio para nosotros como pareja. Una vez la invité a almorzar ¡y me la llevé a la Plaza San Marcos, en Venecia! Llevamos 10 años de casados y, conforme va pasando el tiempo, crece el riesgo de caer en la monotonía o de caer en alguna tentación, por eso ahora más que nunca tratamos de sacar tiempo para nosotros. Y no necesariamente un viaje, puede ser una cena. De vez en cuando pongo música en nuestra sala y bailamos juntos allí mismo.

Yo veo nuestro matrimonio como un hermoso jardín. Claro que al viajar por todo el mundo he visto "flores" muy lindas, por dentro y por fuera, pero si me pongo a ver el jardín o la flor del otro, descuido el mío. ¡Y nos ha tomado tanto cuidar nuestro jardín! Ahora no podemos descuidarlo. Por eso me concentro en el mío y para eso necesitamos de mucha "agua", mucho "abono", muchos detalles.

Entonces, después de todo lo visto por el mundo, ¿podrías decir que un matrimonio feliz puede ser el mejor de los paisajes? ¿O que no hay mejor puerto que el hogar?
Tú lo has dicho muy bien: después de todo lo visto y recorrido, así me siento. Espero sentirme así siempre

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